sábado, julio 29, 2006

Educación pública

Acá va trascrita una interesante columna de opinión del nuevo rector de la Universidad de Chile, sobre educación, aparecida hoy en El Mercurio de Santiago de Chile.
Equilibrio entre educación pública y privada
Víctor L. Pérez Vera, Rector de la Universidad de Chile
Pese al aire enrarecido de los años de conflicto, nuestras tradiciones republicanas en educación han subsistido, aunque ciertos sectores quisieran verlas definitivamente marginadas.
Tras varias décadas en la penumbra, la educación pública vuelve a ser un tema relevante en nuestro país. Debemos felicitarnos por ello.
Los países desarrollados (también el nuestro durante gran parte de su historia republicana) han destinado y destinan pensamiento, debate y recursos a la educación pública entendida como un asunto de todos.
Es sabido que la educación oscila entre dos principios, el de la realización personal de los individuos, y el de los consensos culturales que una sociedad necesita a fin de vivir con la mayor armonía posible.
El primer principio se cumple cuando el sistema es lo suficientemente acogedor y estimulante como para que los jóvenes evolucionen de modo creativo hacia la consecución de sus proyectos individuales. El segundo, si la sociedad consigue incorporarlos al sistema común de normas, convirtiéndose ellos en adultos responsables.
Es clave en esta doble función de la educación el debido equilibrio entre la libertad y la ley, entre lo personal y lo colectivo, entre lo privado y lo público. La educación autoritaria fracasa a menudo al ahogar el libre desarrollo de las personas. La educación permisiva, al no habilitar a los jóvenes para desenvolverse en el mundo real.En la tarea de educar, la educación pública manifiesta, por cierto, características que algunos podrían considerar imitaciones o debilidades: no sirve para inculcar convicciones políticas, o religiosas, o filosóficas, ni códigos provenientes de una sola clase u origen.
En los patios de las escuelas públicas todo parece a veces un poco más abstracto, más parecido a una plaza que a una casa.
Sin embargo, en la educación pública hay, también, virtudes. La primera de ellas es el respeto por las diferencias: en sus establecimientos no debe haber discriminación, entendiendo por tal el rechazar a alguien por razones de raza, género, credo, opinión, condición física, económica o social.
Esta actitud respetuosa, con la cual los jóvenes sintonizan espontáneamente, los entrena en el foro ciudadano, donde conviven con sus semejantes más allá de las diferencias, y le permite encontrar a cada cual su camino.
Las sociedades pluralistas suelen disfrutar de más concordia que aquellas otras segmentadas. Adicionalmente, la educación pública genera escenarios, culturas y redes estables de colaboración.
Pese al aire enrarecido de los años de conflicto, durante los cuales algunos valores relevantes fueron olvidados o sucumbieron al fragor de la contienda de intereses, nuestras tradiciones republicanas en educación han subsistido, aunque ciertos sectores quisieran verlas definitivamente marginadas.
Hoy, el país echa de menos que estén en pleno vigor.Aunque ciertos entusiasmos probablemente pasajeros llevan a algunos a considerarse hoy públicos siendo privados, no es bueno confundir. Aceptando que la educación pública y la privada tienen deberes y derechos, es absurdo que vía esa confusión se pretenda que a los públicos se les haga asumir ambos aspectos de su condición, mientras que los privados quieran seguir teniendo las ventajas de su condición más las ventajas de la condición de públicos y no tener los deberes de ninguno.
Para los chilenos es tarea de hoy, con prioridad estratégica, pensar en la educación. Nuestra universidad, cuna de la educación pública nacional, quiere estar presente en este debate. Confiamos en que Chile va a recuperar el equilibrio que siempre hubo entre lo público y lo privado.
No hay ganancias en combatir la educación privada; pero hay pérdidas, y demasiado grandes, si sofocamos la educación pública. El país tiene hoy la oportunidad de volver a disfrutar de las virtudes del sistema público de escuelas, colegios y universidades. Para ello es preciso establecer un nuevo trato del Estado y la sociedad con instituciones que no sólo han prestado servicios educacionales determinantes para la formación de intelectuales y profesionales con sentido de ciudadanía y compromiso con los intereses del país, sino que se han constituido como redes culturales, como espacios dedicados al conocimiento, perseverando tanto en tiempos amables como hostiles.
Hay valores como la tradición, la dignidad, el pluralismo, la diversidad, la equidad, la libertad, el sentido de servicio, el amor por el saber, que no pueden licitarse administrativamente

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