lunes, abril 04, 2011

El culo de Kast, la lengua de Díaz

Mideplan sí estaba dispuesto a pagar $3.500.000.- por un sillón de cuero de 4,5 metros para el despacho del ministro; los datos públicos de la licitación y razonamientos de sentido común lo mostraron claramente pese a la improvisada explicación oficial sobre los tramos.

En suma, fue muy poco presentable todo esto, precisamente en el ministerio cuya labor son las políticas contra la pobreza, ya sea por la torpeza mostrada por las personas involucradas (el Ministro incluido) ya sea por la inaceptable frivolidad de pretender comprarlo.

Un diputado denunció, las redes sociales y los medios procesaron el asunto. La compra no se llevará a cabo y el Ministro pidió disculpas, todo lo cual es una buena noticia, no por el sillón, sino porque muestra que, después de todo, el poder está bajo escrutinio, que el pequeño gusto o la torpeza de un alto funcionario y/o de sus asesores, puede a veces no estar por encima del sentido común de la comunidad y que ciertos mecanismos institucionales incentivan y resguardan eso.

Todo habría quedado en eso si no fuera porque antes del desenlace y sumándose a varias voces que defendieron a Kast, Francisco Díaz (ex asesor y speechwriter de Michelle Bachelet durante su gobierno) después de “confesar” haber festinado en Twitter con el famoso sillón nos dice, en una columna de opinión, que este ejercicio social e institucional no ha sido correcto, que no es correcto lo que él mismo hizo, pues tiene la impresión personal de que Kast es honesto, con vocación de servicio, preparado para el cargo y de que no va andar preocupado de “nimiedades simbólicas” como el bendito sillón para el Ministerio de la pobreza.

La explicación de su conducta –“¿… por qué diablos yo también me presté para la risa?” preguntó – fue que la derecha cometió también muchas veces esa pequeña felonía contra el “buen nombre” de gente del gobierno mientras él estaba en La Moneda.

Su idea parece ser, en el fondo, la misma que fundó la pública carta de Ricardo Lagos a Agustín Edwards hace unos años: “¿Por qué me critica, si usted me conoce?”.

Díaz (así como Lagos en su momento) llevó la cosa a un nivel que merece un par de reflexiones más allá del sillón.

Los sistemas democráticos, pero especialmente uno tan poco competitivo como el chileno, tienden a generar esta sensación de “amistad cívica” entre quienes ejercen el poder, al punto de bastar fundamentos como las “impresiones personales” o el “buen nombre” de sus miembros para resolver cuestiones públicas. La clase política frente a la sociedad, parece a ratos un club de amigos, una comunidad de intereses.

Los políticos deben decidir entre intereses contrapuestos todo el tiempo. La democracia consiste en gran medida en la promesa de que las decisiones públicas zanjarán estas cuestiones considerando del modo más igualitario posible los intereses involucrados, corrigiendo así la inequidad de poder que, especialmente en Chile, hay en la sociedad. En ese contexto, la “amistad cívica” de los políticos y sus derivadas (el culo de Kast, la lengua de Díaz) deben ser mantenidas a raya, incluso en “nimiedades” como el uso de los recursos públicos.

La mayoría de las personas sólo tienen el acceso a la información, la ley y argumentos razonables para exigir el cumplimiento de la promesa democrática, por eso es que no es justo que incluso tipos honestos, jóvenes, preparados e inteligentes, como parecen ser Kast y Díaz, crean que sus impresiones personales o su buen nombre valen más que las precarias armas que da la democracia a todos los demás; sobre todo porque muchas de las “nimiedades” de la agenda pública por estos días son y serán bastante más sustanciosas que el condenado sillón.

(columna de opinión publicada el 17 de marzo de 2011 en elmostrador.cl)

viernes, enero 22, 2010

Que se vaya Camilo

Pongo acá el vínculo a una columna publicada por mí en el elmostrador.cl

http://www.elmostrador.cl/opinion/2010/01/22/que-se-vaya-camilo-pero-no-muy-lejos/

lunes, agosto 17, 2009

Frei, MEO, Piñera: La muerte de Mendoza Collío pesa sobre sus cabezas

miércoles, junio 10, 2009

Enríquez-Ominami, ni político ni progresista

jueves, febrero 05, 2009

La muerte de Gaete IV

Apenas llegó, le dijeron que los detenidos desaparecidos falsos ya no eran tema, en la tarde le dirían cuales eran las nuevas prioridades del diario. La elección presidencial ya había pasado y las preocupaciones de un diario tan antiguo y prestigioso como ese, debían cambiar.
Tenía sentido. En una celebración, cuando quedaban pocas personas ya, el director recordó con orgullo cómo ellos le dieron a la caída del muro de Berlín una relevancia que, en ese momento, no le dio el resto de la prensa chilena. Cuando decía esto, exhibía un ejemplar de esa época, que en la portada mostraba a gente encima del muro de Berlín, destruyéndolo.“Destruyéndolo” es solo un modo de decir: nadie –afirmaba el director del “decano”- habría imaginado que esa gente con cortes de pelo y ropa pasada de moda, con esos martillitos y otros artefactos insignificantes, sería capaz de algo más que hacer algunas marquitas al muro. Pero el decano, como siempre, fue visionario y , como siempre, su línea editorial estuvo más allá del horizonte.
Ella recordaba eso, y ni chistó porque de un momento a otro tuviera que echar todo su trabajo de meses a la basura. El diario tenía un fino e históricamente demostrado sentido del poder y de los intereses del lector. La búsqueda de quienes habían sido las personas que el gobierno no había desaparecido, ni matado, ni torturado; considerando el resultado de las elecciones presidenciales, ya no tenía ningún sentido.
Por algún motivo que nadie nunca tuvo muy claro, ella insistió en trabajar en una historia de la que había tenido noticia a propósito del asunto que ahora debía dejar. Era una periodista con oficio y los editores la escuchaban con respeto, así que no tuvo problema en convencerlos.
Los datos eran los siguientes: se trataba de un funcionario de gobierno que había salido de Chile antes del golpe de estado, con lo cual había salvado el pellejo. El caso había sido desechado porque su hijo, pese a que fue incluido por error en las listas de desaparecidos, jamás cobró ninguno de los beneficios (que es como los funcionarios de todas partes del mundo llaman a las reparaciones) ofrecidos a los familiares para estos casos.
Si bien el caso no tuvo en su momento interés editorial, tenía potencial periodístico: el tal Gaete había sido dado por muerto en varias ocasiones y volvían a aparecer indicios de él cada cierta cantidad de años. Había constancia de que cobraba mensualmente su pensión de refugiado en Madrid, hasta que después de varios meses sin cobrar, el servicio social español recibió una solicitud para mandar el cheque a Ámsterdam, donde de nuevo comenzó el cobro periódico.
El desaparecimiento de Gaete de Madrid tenía ciertos misterios, pues ella encontró testimonios en la prensa que permitían sostener que Gaete había muerto en las afueras del lugar en que cobraba el cheque cuando estalló una bomba de ETA el 2013. Esas versiones ella las confirmó con relatos que si bien eran bastante imprecisos, coincidían en el hecho de la muerte de Gaete.
Pero apareció en Ámsterdam. Cuando ella dio con su casa, confirmó con vecinos que había salido a México.
Al llegar al DF, cuando dio con el hotel en donde se quedó Gaete, comprobó en el libro de novedades que una mujer había hecho una denuncia anónima. La anotación decía que la denuncia también la había hecho a la policía y precisaba el nombre del agente que la había recibido. Era sobre un hombre muerto en la habitación 1210. La mujer que hizo la denuncia aseguró que se trataba de un funcionario internacional, aunque latinoamericano, de apellido Gaete. Jesús Martínez, el agente de la judicial a cargo del caso, le dijo que no lo recordaba en realidad y, solo después de revisar unos archivos, recordó que ese día acudieron al lugar en que se supone estaría el muerto, pero no encontraron nada. Pese a que la gente del hotel no había entrado, la habitación se encontraba solo con las señas de que los huéspedes la habían dejado. El caso se archivó.
Ya en Chile, fuentes de prensa internacional informaron de la muerte de Gaete en un operativo fracasado de entrega de secuestrados en Colombia y que su cuerpo nunca fue recuperado. Gaete figuraba en las listas de voluntarios de la Cruz Roja Internacional.
La periodista averiguó por teléfono que el cheque se seguía cobrando, que era recibido por un vecino de Gaete en Ámsterdam y que era depositado en una cuenta de un banco holandés. El vecino se negó a entregar más información. Después de muchas gestiones, consiguió que un empleado le informara que la cuenta estaba vigente y que tenía movimientos, aunque se negó a dar más información.
La fuente que la periodista tenía en las afueras de Santiago y que había sido fundamental para conseguir las pistas que fue siguiendo durante varios meses, aseguraba que Gaete estaba vivo, al menos que seguía vivo después del asunto de Colombia y que a veces, digamos un par de veces por año, él le enviaba correos electrónicos que ella nunca respondía.
La mujer aseguró que le pareció raro que durante todo el año anterior, él no le haya escrito, así que por primera vez en varios años, ella le envió un correo. Él no respondió. Fue para su cumpleaños, el 4 de septiembre de 2018. La mujer no quiso hablar sobre el contenido del correo y dijo no tener la menor idea del paradero de Gaete.
En los siguientes dieciocho meses no se tuvo más información. Con la guerrilla desmovilizada y con sus antiguos dirigentes metidos en la vida pública, y las antiguas tropas rebeldes metidas en sus muy individuales y nada de rebeldes vidas privadas, la periodista decidió ir a Colombia a buscar pistas.
Cuando estaba en el aeropuerto de Santiago, revisó su correo electrónico desde su celular y tenía un mensaje desde Holanda: el banco había cerrado la cuenta de Gaete y estaba haciendo gestiones para comunicarse con su hijo en Chile con el fin de entregarle los exiguos fondos acumulados. Desde septiembre de 2018 la cuenta no registraba movimientos.

sábado, enero 26, 2008

Nuestras convicciones, nuestras torpezas y el conflicto mapuche

Acá va el vínculo con una columna mía aparecida en elmostrador.cl
http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=238975

jueves, diciembre 27, 2007

La muerte de Gaete III

Dicen que Gaete no murió en México, en realidad nadie sabe si en verdad murió. Otros dicen que murió en Colombia. Yo lo supe de alguien a quien el hijo de Gaete le contó. La historia es como sigue.

Gaete vivía en Amsterdam y consiguió un trabajo como observador de elecciones en el tercer mundo y cosas así en una ONG europea.

Dicen que estuvo en México sí, en las elecciones en las que perdió López Obrador y que estuvo involucrado en una riña de bar en el Distrito Federal. Dicen que de alguna manera convenció a funcionarios del Gobierno y de la Policía para que no se comunicaran con la organización que lo había enviado, avisándole del desaguisado de este funcionario menor. Gaete se salvó de esa, porque la condena habría sido volver a Holanda a llenarse de tedio, y a afeitarse una vez al mes para ir a cobrar el sueldo que le pagaban por ser una especie de refugiado. Si bien Gaete apreciaba el reposo, más que el normal de las gentes y mucho más que el común de los holandeses, el tedio insoportable de esos canalitos urbanos y de esta gente políticamente correcta, fue más fuerte y buscó un trabajo.

Después de México se fue a Colombia, a unas elecciones de autoridades locales. A mirar como siempre. Después de la jornada de trabajo, nadie sabe que hizo Gaete, aunque esta vez no hubo riñas, según se dijo.

Justo cuando las elecciones locales en Colombia terminaban, se produjo una oferta de la guerrilla para liberar rehenes y se requerían observadores. La ONG en la que trabajaba Gaete, le pidió ser parte de eso y le hizo presente los riesgos que suponía el trabajo, pero Gaete aceptó, casi sin dudar.

La operación fracasó y no hubo entrega de rehenes, murieron tres guerrilleros, un soldado y Gaete.

Quien me contó me dijo que había encontrado al hijo de Gaete en el aeropuerto El Dorado; volvía a Chile porque nunca la guerrilla o el ejército devolvieron el cuerpo de su padre. Dijo que la última vez que hablaron por teléfono, justo antes de que la comitiva de observadores saliera desde Bogotá, tuvieron una conversación inusualmente larga y Gaete aseguró que renunciaría a ese trabajo y que volvería a Amsterdam, que era la ciudad en la que quería vivir.

Ese invierno, en Santiago, cuando ya se perdieron las esperanzas de que devolvieran el cuerpo, el hijo de Gaete dispuso una especie de funeral para su padre. Esto no me lo contó nadie, yo estuve ahí. Solo unos pocos amigos y ni un solo discurso. Todos eran conocidos, salvo una mujer, casi tan joven como el hijo de Gaete, que habría pasado inadvertida si no fuera por el acento con que dio el pésame y por el modo en que lo miró al hacerlo. El hijo de Gaete la abrazó como si la hubiera reconocido, él lloró un poco, ella no. Hablaron algo durante ese abrazo. Después de eso ella se fue. Su cuello estaba envuelto en una enorme bufanda roja. Cuando ya casi desaparecía entre la neblina, ella se dio vuelta hacia nosotros; el hijo de Gaete le hizo "chao" con la mano y ella respondió igual. Unos metros más allá desapareció.

jueves, octubre 04, 2007

Gaete II

El Distrito Federal no le era extraño, había pasado gran parte de su adolescencia ahí, jugando a ser poeta. De nuevo, después de tantos años, Gaete estaba jugando a algo, y de nuevo, el escenario era esta ciudad.

Desde que Cecilia había hecho el requerimiento por la web para que hablaran por el chat, tenía un raro frío en el estómago. Excitación y miedo. Los intercambios de mensajes fueron telegráficos. Gaete mintió y le dijo que tenía que viajar a México antes de un mes, por asuntos de trabajo. El viernes 28 de septiembre, se encontrarían en un lugar preciso, a las seis y cuarto de la tarde.

Habían pasado más de diez años desde que se habían visto por última vez, en el centro de Santiago de Chile. Nunca, en ese tiempo, volvieron a verse, ni a hablar, ni a saber el uno del otro, hasta ese raro encuentro por la web.

El saludo fue convencionalmente afectuoso, aunque apenas se miraron a los ojos. Buscaron un lugar y hablaron sobre sus vidas. Cecilia era una mujer bella, tenía una sonrisa amplia y unos dientes blanquísimos, sus ojos seguían siendo los de dos décadas atrás, cuando se conocieron.

Solo cuando ella dijo que se había casado y que tenía una linda familia, Gaete reparó en su anillo de matrimonio. El frío fue más intenso y no supo qué decir.

- Yo también formé una familia en Madrid. Mintió

A esa mujer le sentaban bien los años, esos ojos, esos dientes y esa sonrisa. Gaete estaba más excitado y con más miedo cada vez. Cuando el silencio se hacía incómodo, repasaba las mentiras sobre su familia y entraba en detalles, sobre las bondades y los vicios del matrimonio y la paternidad. Ella, ahora sí, lo miraba fijamente y sonreía con los chistes que cada cierto rato hacía Gaete, sobre lo mexicano de su acento y otras cosas superficiales. Era una buena forma de paliar ese frío y ese miedo.

En uno de esos silencios, Cecilia pidió la cuenta y la pagó. Habían entrado a una taquería y solo habían pedido unas tazas de café. Cuando salían, ella dijo algo sobre el desagradable olor que había quedado en su ropa.

- ¿Quieres que te vaya a dejar a alguna parte? Preguntó Cecilia.
- A mi hotel, gracias. Supongo que no tienes apuro.
- No, no tengo apuro.


Cecilia mencionó una vez más, ahora dentro del auto, el olor de la taquería en su ropa y Gaete se acercó a olerla. La piel, el olor, el cuello y las tetas de Cecilia fueron irresistibles, pero Gaete se quedó unos segundos ahí, esperando una respuesta, una pequeña señal, con la boca casi tocando el cuello de ella. Como no hubo nada, volvió a su posición de copiloto y miró hacia adelante mientras Cecilia metía su carro al estacionamiento del hotel. El frío y el miedo lo tenían paralogizado, no podía siquiera hablar.

Al entrar a la pieza, ella lo besó, casi inmediatamente después de que Gaete cerró la puerta. Él empezó a sacarle la ropa y ella, como tratando de reponer el escenario de hace dos décadas, le pidió, suavemente, que no lo hiciera, que no podía y un montón de palabras que nada significaban, salvo que sí, que sí lo recordaba, que no se había olvidado de él, que seguía siendo su debilidad.

Gaete fue torpemente, como un niño hambriento, hacia el sexo de Cecilia. Como para marcarla, ésta vez sí, para siempre. Como para meterse dentro de ella, desde la punta de la lengua. Entero.


Gaete sintió que los muslos de Cecilia abrazaban su cuello y su cabeza, y empezó a perder el miedo y a dejar de sentir frío, ese abrazo fue más intenso cada vez. Cuando Gaete empezó a dejar de respirar, Cecilia, mientras lloraba, le preguntó por qué la había abandonado, por qué la había humillado, por qué la había tratado de ese modo y muchas cosas más que Gaete no podía escuchar. Las piernas de Cecilia también aislaron sus oídos del mundo.

Cuando todo el cuerpo de ella se contrajo, cuando Gaete se sintió absorbido, asfixiado, acogido y cubierto por completo. Cuando supo que todo eso pasaba porque él estaba ahí, entre sus piernas, cuando supo que ella no lo había abandonado, Gaete cerró los ojos, ya no había frío y ya no había miedo. Entonces Gaete sonrió, y dejó de respirar para siempre.

sábado, septiembre 22, 2007

Sábado

La anciana entró, y parsimoniosamente se acercó a la dependienta. Le pidió un litro de helado de naranja con jengibre, cuatro paquetes de galletas y tres chocolates grandes. Detrás de ella, entró una monja de mediana edad, obesa y con apariencia nerviosa.

-Mamá, en serio, no es necesario, ya es suficiente con lo que nos llevamos ayer. Por favor mamá, en serio.

La anciana, muy suavemente, tomó, desde las manos de la religiosa que no opuso ninguna resistencia, una pequeña cartuchera, de esas que se usan para poner las monedas.

-Mamá por favor, no compres más cosas, es suficiente con lo que llevamos ayer.

Pagó la cuenta y se despidió.

Su hija no la visitaba muy a menudo y por eso la anciana se veía especialmente contenta esa mañana. Pese a que ya se había despedido, se quedó hablando unos momentos sobre la visita de su hija con la dependienta. Mientras ella, casi en la puerta de salida, como apurando las cosas, sostenía el paquete lleno de galletas, helado y chocolate.

Como la conversación se prolongó por unos minutos, la monja abrió uno de los paquetes y empezó a comerse las galletas, una a una.

La anciana se despidió nuevamente. Se dio la vuelta y con la mirada buscó a su hija. Ella ya la esperaba en la acera, junto a una de las mesitas en que la gente tomaba café. Cuando la vio, sonrió y caminó pausadamente hacia ella, le acarició el rostro y sacudió las migas que la monja tenía en la panza.

Se alejaron del lugar tomadas del brazo.

La bolsa con las compras estaba casi vacía.

Una nerviosa paloma dio cuenta de las migas de galleta que habían quedado en la acera, una a una.

lunes, septiembre 10, 2007

Nuestra derecha y la política

Les pongo acá un link de una columna mía en elmostrador.cl http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=227446

martes, septiembre 04, 2007

La muerte de Gaete

Desde que la derecha ganó, desde que las cosas se pusieron color de hormiga, se fue de su casa. De su ciudad. De su país. Se fue de ese lugar en que era uno más, en que su cara estaba como reproducida en los rostros de todos los que deambulaban a diario por ahí.

Su vida diaria pasó a ser la vida diaria de un extranjero: nadie hablaba su idioma en ningún lugar del mundo. Él solo podía entender y darse a entender en su ciudad, y solo con algunas personas. Lo demás era solo comunicación superficial. Unas semanas antes de la partida, era un hombre vital y desde que se fue, a pesar de su relativa juventud, empezó a morir.

Vivía de un par de diletancias que escribía para algunos diarios europeos progresistas y de una mesada de refugiado sin trabajo. Solo se afeitaba para ir por esa remuneración con que la comunidad europea subsidia a quienes fallaron en intentar un Estado Social y Democrático de Derecho en Chile (esa nueva versión del sueño que encontró la izquierda para no matarlos totalmente). A esos que fallaron porque no se ocuparon de mantener el poder. Como si los cambios políticos y sociales fueran solo una cosa de discursos y de técnicos. Bueno, a esos que perdieron, a esos que patentaron la torpeza institucionalizada, Europa los subsidia mensualmente, hasta el día de hoy. Esto permitió a Gaete salir de la euforia y de la urgencia y volver a su estado normal, el reposo.

Por eso es que Gaete se fue así, sin pena ni gloria, o al menos eso es lo que creían los que lo conocieron. Un día desapareció del mapa para siempre.

Una antigua amante de Gaete que había enloquecido ya hace años, aseguraba que antes de salir del país, él le había escrito mensajes de texto, correos electrónicos, faxes y cartas por correo postal, rogándole que se juntaran para despedirse, pero ella no aceptó, ni siquiera respondió. Decía que entonces pasó lo que Gaete advirtió que pasaría: si no la veía antes de irse, su corazón caería, desintegrado, en alguna calle del primer mundo, destrozado en tantos pedacitos, que nadie lo notaría.

Por supuesto que nadie tomó en serio lo que decía la mujer. Pero tenía razón.

El 4 de septiembre de 2013, venía de vuelta de cobrar el sueldo, cuando un auto junto a él explotó. Los cadáveres, o los restos de ellos, fueron identificados. Tres víctimas fatales. Ninguno de ellos era Gaete.

Su corazón explotó también y con él todo su cuerpo. A Gaete no lo mataron los terroristas, esa habría sido una manera muy poco elegante de morir, sometido como un cordero a la voluntad de otros. Murió por su propia mano, y tal como lo había decidido y anunciado: haciendo explotar su corazón dentro de él, serenamente desolado. Ese día, Gaete cumplía cuarenta años.

Fueron tantos y tan pequeños los pedacitos que se esparcieron por la calle, que nunca nadie lo notó.

lunes, junio 04, 2007

Me bajo de la montaña rusa (Nicanor Parra)

"Lo dijo el bueno de Benito: el desprecio por los pobres es absoluto.Cuando habla, ni arruga las cejas el ministrito Lagos.Sin contar al que te dije, este es el peor gobierno de Chile de los últimos cien años.Lo que no hacen mal, lo hacen peor.Tenemos garantizado el desastre.Háganle caso a Frei: des-privaticen.Los empresarios no dieron el ancho.Cortázar es un tecnócrata que no conoce a Orhan Pamuk.Para muchos este dato puede ser no importante, para un estadista sí.Lamentablemente estamos gobernados por los reservas.Se llenó de agua el bote. Y estamos mar adentro.No me digan que no se los advertí.Estos son cursos rápidos para confeccionar bombas molotov.No lo tomen a mal, pero dejemos la chacota.Este es el temblor número 6.000 del TranSantiago,por si quieren analogías con Aysén.De cada 10 mil temblores, hay un terremoto.Estamos en un estado pre-revolucionario.Gracias a Dios, somos un pueblo de ratones y nadie enciende la mecha.Un llamado a la desobediencia civil y no hay tu tía.Hace falta la Gladys Marín.En otro país, por la mitad habrían incendiado la Alameda.No me vengan a decir que el diablo metió su cola.Me dan miedo: Undurraga, Clemente Pérez y Espejo.Los veo y siento que encarnan el desprecio por los pobres. Tienen la misma chaqueta, la misma mirada y las mismas uñas.Confiemos en Dios ahora que no tenemos Papa y que el Gute obtuvo la primera mayoría.¡No me diga que quiere ser presidente!Somos un país poco serio.Hay que meterle mano a la chequera de Velasco.Lo tenía por inmune. El pánzer anda blindando a su tropa.Ahora resulta que Lagos es el Rey de los Cisnes.No me estarán pasando gato por liebre.Alguien que hable fuerte de una vez.Se nos rompió la bolsa amniótica.Tengan consideración con el ciudadano de a pie.Le picotean con una aguja y ni chista...Le picotean los ojos y no dice nada...El ministro de economía invita al doble de Elvis Presley para el día de la secretaria. Y le paga con fondos públicos.Me dan risa los ladrones de ganado. Pasean sus vacas en la medianoche por la Alameda y nadie dice esta boca es mía. Por total a esa hora el Contralor duerme a pata suelta.Libres quedaron los cómplices de la muerte de la bailarina. Esta cuestión no da para más. La velaron, la enterraron ilegalmente, le metieron pastos secos.Cuatro noches en ritos que nadie conoce.Y no les salió ni por curados.Que la justicia es igual para todos, dices. Hasta cuándo aguantamos que nos metan ají en el culo.Digamos las cosas como son: el ministro Cortázar vale hongo. Espejo daba siete entrevistas diarias. A una hora por entrevista. Sólo trabajó para sí mismo.Te dije que le importaba un carajo el TranSantiago.O querís que te la toque de nuevo.¿Alguien se acuerda de que el cardenal Raúl cumple cien años?La señora pone orden en La Moneda, pero ahora se le bota a choro hasta el portero.¿Qué vamos a hacer con tanto santo suelto?Propongo cerrar las puertas de los ministerios.Me bajo de la montaña rusa. Se me corrió el hilo de la media.Parece que me dieron cicuta. Se me cayó el caset.Gracias a Dios, somos un pueblo de ratones.¿Qué estará pensando el alcalde?¡Que paguen con su patrimonio!En este caos terrible, llego a admirar a "los caras de pelota".Ni la Teresita de Los Andes quiere con nosotros.Créele al vendedor de ilusiones y ruge como jaguar.Falta que pierda Colo-Colo.Basta un chorro de agua y entregamos la oreja".

jueves, mayo 03, 2007

El centro de Santiago IV

Las vio solo por unos momentos, el suficiente para que no notaran su presencia.

Cerró la puerta y se fue en puntas de pies a su pieza. En la cama seguía igual de caliente, pero ahora su calentura, después de ver a su novia y a la hija de su amigo tirando, era fría y mucho más intensa.

Después de media hora de estar echado en la cama, se vistió, salió y tomó unas llaves que encontró en la mesa de arrimo, a la entrada. Las probó hasta que pudo abrir uno de los autos que había en la casa. Se dirigió al centro de Santiago. No fue difícil. A fin de cuentas, esta ciudad era como su casa.

Llegó al club nocturno. Había pasado casi medio siglo, pero seguía siendo el mismo, y con el mismo nombre. Entró y pidió lo que de niño vio pedir mil veces a miles de parroquianos mientras espiaba a su madre protagonizando el show principal de la noche: una piscola.

A la quinta. Sus palabras, como por arte de magia, ya no sonaron como las de un lisboeta instruido, sino como las de un hijo de vecino de Maipú o La Florida. Y como cuando niño, se hizo invisible y espió exhaustivamente el show y a las chicas que esperaban su turno para bailar torpemente y luego restregarse un poco en los clientes.

Nadie lo notó. Él, como hace medio siglo, se hizo invisible en el rincón más apartado del salón.

Una de las bailarinas convenció a un cliente de ir a ese rincón privado, de pedir un trago adicional y de que pagando un poco, podría tener un poco más. Rogelio, como por reflejo, se escondió detrás del brazo de uno de los sillones. Era un hombre enorme y, como por arte de magia, se hizo pequeño y nadie lo vio. Observó con detalle cada cosa que hicieron: ese sucio y burdo hombre, y esa mujer. Por momentos, cuando el cliente se ponía un poco violento, Rogelio sentía que no controlaba el impulso de salir y matarlo, pero cuando todo se calmaba y volvía la suavidad torpe de un obrero borracho, disfrutaba de no tener que salir de su escondite, de que nadie lo viera.

Cuando todo terminó. Y el hombre se fue. Y ya no había nadie en el local.Y la mujer quedó tirada, dormida y borracha en el sillón. Rogelio salió de su guarida. Nadie lo veía.

La acarició, le ordenó el cabello y la tapó con un terciopelo sucio que había en el respaldo. Como pudo, se metió debajo del sillón y se acostó en el suelo.

Tomó la mano de la mujer que colgaba casi hasta el suelo y, como hace casi cincuenta años, la estrechó contra su mejilla y se durmió.

miércoles, abril 11, 2007

El centro de Santiago III

Hace algún tiempo que su marido estaba un poco extraño. No es que estuviera con mal carácter o triste, o ausente, estaba extraño porque con cualquier excusa evitaba tener sexo con ella.

Ese no era un real problema, a sus veinticinco años, esa mujer había tenido mucho más sexo que la mayoría de sus compatriotas a los cuarenta. Su marido era un sátiro y el único responsable de su score erótico.

Ya a la segunda semana empezó a notarlo, pero continuó con sus ocupaciones habituales: atender su casa, cuidar a los hijos de unas vecinas y atender la sede comunitaria. Esa mañana las miradas habituales de los hombres de la población y los piropos de siempre, empezaron a ser para ella, más agudos, más profundos y más sucios que de costumbre. El seco verano de las barriadas de Santiago, su cuerpo húmedo, el liviano vestidito corto de algodón floreado y las dos semanas de olvido, hicieron que el trayecto entre su block y la sede comunitaria estuviera poblado de miradas y palabras, que hoy, como nunca antes, la tocaban, casi físicamente.

Cuando ya había casi terminado con las actas de la reunión anterior de la directiva, y apagaba el computador, apareció el tipo que venía cada cierto tiempo a la población desde que fue por primera vez, cuando estaba en el colegio, a hacer trabajos voluntarios. Se saludaron como de costumbre, a fin de cuentas era un viejo conocido del barrio y habían, en algún sentido, crecido juntos.

A ella siempre le causó algo de inquietud esa apariencia extraña que tenía, era como una mezcla entre Woody Allen, Benito Baranda y el Che Guevara. De hecho ahora, después de adultos, pensó en que ella sí había cambiado, que ahora se veía como la mujer que era y él, en cambio, seguía viniendo a la población así, como hace ya diez años, cada mes, como si estuviera disfrazado de trabajos voluntarios. Esa inquietud era una especie de ternura, sobre todo cuando los cabros, desde la polvorienta cancha de fútbol le gritaban quien sabe qué cosas. Le producía ternura la sonrisa con la que respondía esas burlas, por su ridícula apariencia, hechas en un coa que probablemente no entendía. Esa candidez y falta de sentido del ridículo en este mundo, la tocaron especialmente hoy. Hoy a ella todo la tocaba, casi físicamente.

Él, como siempre muy respetuosamente, le pidió el computador para dejar unos archivos con información comunitaria de utilidad, quién sabe sobre qué. Ella le dio la espalda y se puso a ordenar los últimos papeles.

Pensó que no debía tenerle lástima a ese tipo, al fin de cuentas era parte de una especie de casta. Ella lo supo cuando los curas jesuitas la invitaron, como dirigenta vecinal, a una iglesia del barrio alto, donde habían muchos tipos igual que él, en el coro, en la feligresía que llenaba la parroquia y en las lecturas del evangelio, hasta los sacristanes (cuyas ropas sacramentales, disimulaban a Woody y a Ernesto, aunque no a Benito) se le parecían.

Se dio vuelta y notó que él estaba perdido mirando sus piernas y su poto. Cuando sintió la mirada de ella, volvió al computador de golpe y su cara se tornó de un rojo intenso que a ella le pareció de un precioso contraste con la barba rubicunda que casi cubría toda su cara.

Era obvio, se le había metido parte del vestido en la cintura del calzón y eso había hecho que se subiera hasta dejar ver una imagen que está de más describir, pero que descibiré de todos modos: era un calzón barato aunque de puro algodón, nada de excentricidades, grande y con un pliegue del lado izquierdo. Esa ordinaria prenda no se adaptaba a ese culo celestial y se metía en los pliegues que encontraba, todo lo cual, tenía a nuestro misionero mensual caliente y avergonzado.

Ella volvió a lo suyo y después de planearlo todo, le pidió que le alcanzara el lápiz que estaba en la mesa. El no respondió. Ella insistió y él, contorsionado para que no se notara su erección, se paró, se acercó y se lo entregó.

Era rica. Osea, él la encontraba rica. Ella, también se encontraba rica.

Sonrió, caminó a la puerta de la sede y la cerró. La oscuridad hacía olvidar que afuera había sol, treinta grados a la sombra y mucho polvo. Él estaba ahí parado, paralogizado, tantas confesiones y tantos trabajos voluntarios habían destruido toda posibilidad de conexión entre sus deseos y sus actos. Ella se acercó y puso su mano encima de su miembro erecto y lo acarició. Solo resistió unos segundos mirándolo a los ojos y también los puso donde tenía su mano. Sin apuro acarició, sin apuro se tocó dentro de los muslos y se subió el vestidito floreado, se sacó los calzones y cuando empujó suavemente al tipo para que se apoyara en la mesa, cuando se quiso montar en él, y notó que ya no había erección, volvió a sentir ternura y ahora, no solo puso sus manos y sus ojos sino también su boca a reparar el pequeño obstáculo para tener lo único que quería en ese momento. Y lo hizo, sin apuro y con ternura. La madre universal, la expiadora de la culpa y de todos los pecados. Y lo guió y lo montó y lo miró. Ella tuvo dos orgasmos. Él uno.

Cerraron la sede. Y ella preguntó si iba al centro. Y él respondió que pasaba por ahí. Y ella le dijo que también tenía que ir. Caminaron las siete cuadras necesarias para dar con el recorrido de buses más próximo. Media cuadra antes de llegar al paradero, el tipo desactivó la alarma de un auto estacionado y la invitó a subirse.

Cuando iban llegando al centro, ella le dijo que lo invitaba a almorzar y él aceptó, se sentaron en el primer restorán que se cruzó. La Rosa. Hablaron de cosas sin ninguna importancia mientras comían.

En el centro ya nadie les decía nada, ni a él por ridículo, ni a ella por rica. Acá, en el centro de Santiago, ellos tenían su propia versión. El era tierno y ella linda. Nadie más la notaba a ella que no fuera él. A él solo lo notaba ella. Salvo por los breves momentos que tomó pedir, recibir los platos y pagar la cuenta, eso no fue interrumpido por nadie.

En la noche, cuando su marido llegó a la casa, algo mágico hizo de él el mismo de siempre. Como si la hubiera olido, o ciertos espíritus traviesos le hubieran metido en la mente lo que había pasado ese día. Tal vez fue simple coincidencia.

Eran las diez de la noche y ella ya dormitaba, relajada y feliz. Habían comido en el sillón como siempre y aunque una llamada del trabajo, muy poco habitual a esa hora, hizo que él se fuera al pasillo por unos minutos, todo fue bueno esa noche: estaba enamorada de su esposo, había tenido cinco orgasmos ese día y dormiría abrazada de su espalda. Todo eso era doméstico, normal y simple. Estaba muy feliz. Tal vez era que los espíritus traviesos le habían comunicado a su alma que una nueva vidita, desde ese día, latía dentro de ella.

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lunes, marzo 19, 2007

El centro de Santiago II

Llegó a la casa como de costumbre, una vez a la semana. Saludó, también rutinariamente.

Debía hacer una llamada telefónica. Desde el auricular se oyó una grabación que indicaba que desde esa línea no se podían generar llamadas.

- ¿Qué pasa con éste teléfono? Me dice una grabación que está inhabilitado.
- Sí, está saliendo muy caro.
Contestó su padre.

Era lo único que el viejo aportaba, el pago de la cuenta del teléfono.

- ¿Entonces tienes a todo el resto de la gente de la casa sin poder llamar?

No hubo respuesta sino escape. Lo siguió a su dormitorio, lo tomó de las solapas y le ordenó comunicarse inmediatamente con la compañía de teléfonos para reponer el servicio. Se negó. Le soltó las solapas y le apretó el cuello con las dos manos. No le gritaba, pues no quería que los demás, sobre todo los niños, escucharan.

Su cara de pavor, de sometimiento. Su cara que reflejaba el alma de un hombre humillado, miserable y derrotado. Su total falta de resistencia, hicieron que lo soltara y lo dejara ahí, medio tumbado en el sillón de su dormitorio.

Él aún mantenía la cara desencajada de ira y lo miraba desafiante, como pidiendo que respondiera algo, que lo insultara, que lo golpeara, que le dijera que a un padre no se le trata así, para ahora no tener que soltarlo, para no tenerle lástima, pero el viejo no tenía rabia y ahora, ya no tenía miedo. Su mente parecía estar en otra parte. Se incorporó, se sentó en el sillón y fijó su mirada en un punto indeterminado de la pared.

Como un perro desmotivado por la falta de resistencia de su presa, salió de la pieza y fue al comedor. Nadie en la mesa notó nada

-¿No te vas a quedar a almorzar, hijo? Preguntó la madre.
- No, tengo muchas cosas que hacer. Besos a todos, nos vemos, que estén bien.

No tomó el taxi en la esquina de siempre, sino que caminó. No se podía quitar de la mente la imagen de su rostro. De su miedo y de su debilidad. Tenía lástima y se sentía vagamente mal. Recordó toda su vida en un momento. Y lloró.

Casi al llegar a la esquina sintió que lo había perdonado. Sintió que cuando se es tan débil y tan miserable, simplemente no se puede ser culpable de nada. Eso lo hizo sentir mejor. Cuando llegó a su departamento, en el centro de Santiago, sonó el teléfono. Lo llamaban desde la casa. Habían repuesto el servicio telefónico.

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miércoles, marzo 14, 2007

El centro de Santiago

El nombramiento era un halago y una demostración de su buena suerte, pero la verdad es que era parte de lo que él tenía planeado. Nada había sido buena suerte, nada había sido gratis. De vuelta en Chile, ser hijo de unos exiliados desconocidos no era precisamente una ventaja, conseguir dar con la casa de algún familiar que lo acogiera, el liceo, las notas, el puntaje en la prueba, la entrada a la escuela, las calificaciones universitarias, la beca, el máster en Nueva York, nada fue gratis.

Había vuelto a Chile hacía dos semanas y no tenía más que unos cuantos pesos y sus diplomas. Agradeció cuando lo felicitaron. Tenía ganas de mandar a la mierda a quienes se referían una y otra vez a la buena suerte, pero había aprendido a callar, a sonreír y a avanzar a pasitos, todo un Subsecretario de Estado de la República de Chile, todo un meritócrata.

Mientras se despedía de los antiguos funcionarios de la repartición en la que había trabajado cuando recién había salido de la universidad, la vio.


-Señor Subsecretario, tanto tiempo. Lo felicito por su nombramiento.
-Señora Contreras, también la felicito por sus nuevas responsabilidades y por su familia, que he sabido que no para de crecer.

Se fue cuando aún el cóctel ardía. Le dio unas breves instrucciones a su chofer y tomó un taxi. Seguro que tiene importantes reuniones, pensaron todos. En realidad se fue a su departamento.

Al término del cóctel, el chofer del subsecretario se acercó discretamente a ella.

- Él quiere hablar con usted, sígame por favor

Ella, también discretamente, lo siguió. La cierta vulgaridad de su apariencia y de su ropa, no ocultaba su condición. Era la subjefa de personal, sonreía como eso y caminaba como eso. Ella tampoco había conseguido nada gratis. Pero ahora también caminaba y sonreía como una mujer deseada. Un modo que ya casi había olvidado y que entró en sus ojos, en su boca y en sus caderas, desde ese saludo formal y que empezó a hinchar sus labios y a mojarla desde que el conductor le dijo que él quería verla.

Pensó que iría a su oficina, pero fue llevada al auto fiscal en que fue conducida hacia un barrio residencial, cerca del centro de Santiago.

Llegaron.

- Es el 2410 de ese edificio
- Gracias don Roberto.

Cuando le abrió la puerta del departamento, él le dijo que la había echado de menos. Su respiración y su corazón agitado, no la dejaron hablar a ella. Solo podía besar, lamer, oler y tocar y eso hizo. Eso hizo él también. Era como si no se hubieran dejado de tocar nunca, un solo día. Era como si esos cinco años no hubieran pasado.

- Para, no puedo, estoy menstruando.

Él hizo como si ella no hubiera dicho nada y ella también. Se revolcaron y a ratos pareció que de nuevo se mezclaban como hace años. Pero el tiempo, el dolor y las heridas, los trajo a la realidad. Habían pasado seis horas y ya oscurecía. Ella se vistió y él la fue a dejar a la puerta. Don Roberto esperaba como un fiel y discreto perro guardián. La llevó al centro de Santiago y ella, como de costumbre, subió a su flamante automóvil cuando ya anochecía, como todos los días.

Había mucha pega.

Compró pan y llamó a la casa, mientras una vez más, como todos los días, recorría el camino desde el centro de Santiago hasta San Bernardo.

- Hola ¿Cómo están los niños?
- Bien. La nana está esperándote para irse.
- Ok, dile que se vaya, que se tome libre mañana y que el sábado le toca planchado.
- Bueno, te tengo una sorpresa.
- ¿Sí? ¿Y no me vas a decir qué es?
- No, ven y vas a ver.
- ¡No seas malo, dime¡
- Ven y verás.
- Bueno, chao amor.

El subsecretario se había quedado solo y desnudo en su departamento casi vacío. Se metió a la tina con agua caliente. No supo cuánto tiempo había pasado, pero la temperatura del agua que se había enfriado mientras dormía, lo despertó. Seguía solo. Se levantó, se vistió y fue a comprar cigarros a una bomba de bencina. Eran las cuatro de la mañana. Fumó y dormitó un poco, escuchando una y otra vez la pista 23 de Pubis Angelical y Yendo de la Cama al Living. A las siete cuarenta y cinco, don Roberto tocó el citófono. El subsecretario salió de su departamento con una bolsa de plástico negro. Dentro estaban las sábanas y los calzones que ella había dejado en su casa. El par de segundos que la bolsa tomó en desaparecer en el ducto del incinerador parecieron eternos.

Ella llegó a su casa y fingió sorpresa y felicidad cuando vio el nuevo y horroroso televisor de pantalla de no se qué. Setenta y dos cuotas y dos meses libres de pago por año. Una ganga.

Fue a hacer dormir a los niños y con manos de mago tomó clandestinamente unos calzones limpios, con los cuales borró los últimos rastros del vertiginoso y húmedo juego de esa tarde. Cuando llegó al living de nuevo, su marido dormía mientras en el televisor, el jurado evaluaba el baile de un ex rockero.

En la mañana, se toparon en la puerta del ministerio y se saludaron formalmente, pero hoy fue como si se despidieran para siempre. Llegaron al piso en que estaba la oficina de personal. Ella bajó y caminó por el pasillo. El par de segundos que tomó su imagen en desaparecer tras las puertas de acero que se cerraron, parecieron eternos.

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viernes, febrero 23, 2007

El primer cuento

Para Francisca

Como todos los días, ese hombre la miraba fijamente. Matilde sentía una inquietud que conjuraba bajando la vista y pensando. Nunca nadie le leyó un cuento, ni cuando niña. Pensó en todos los que había leído a su hija. En cómo se mezclarían esas historias que le leía con los sueños de la niña, cuando se dormía escuchándolos.

Levantó la vista y ahora el hombre la miraba y sonreía. Volvió a ignorarlo hasta llegar a su estación. Bajó del metro apenas se abrieron las puertas y caminó rápidamente, ya no había inquietud que conjurar, el hombre ese seguiría su camino hacia quién sabe qué lugar de Santiago, como todos los días a esa hora. Era una rutina que ella administraba con precisión, como todo lo que hacía.

Don Andrés era un viejo químico que había descubierto propiedades medicinales a plantas nativas de Chile. En realidad no había descubierto nada, él era descendiente de una machi.

Vivía de hacer clases en la universidad hasta que jubiló. Ahora estaba envejecido y enfermo. Una de sus hijas pagaba a Matilde para que tuviera los cuidados necesarios.

Cuando llegaron a París, tuvo que seguir las indicaciones que la hija de don Andrés le había dado para llegar al departamento en que se quedarían los cinco días. Los suficientes para que él recibiera el premio que le daban en la universidad en la en que había estudiado.

Don Andrés Belano prácticamente no podía caminar y estaba un poco ciego, pero era un hombre lúcido y un buen conversador, así que a Matilde se le hacían cortos los días. Ella no tenía apuro en que pasaran las horas. En París no estaba su hija esperándola para que le leyera cuentos, ni había horas punta, ni ese hombre en el metro, que todos los días la miraba y que a veces sonreía.

-Este departamento lo usaba mi nieto, el hijo de Alfonso. También lo usé yo cuando estudié. Se llamaba Andrés, como yo, Andrés Belano, igual que su abuelo. Después de estudiar acá, volvió a Chile y en vez de la Química, para la que tenía mucho talento, se dedicó a la política y bueno, no supimos más de él.

Alfonso vivía con don Andrés y su esposa. Siempre parecía ausente y nunca hablaba. Cada cierto tiempo iba un psiquiatra a verlo y a dejarle varias cajas de unas tabletas que debía tomar. El doctor almorzaba con la familia y se iba. Cada tres meses.

Matilde llevaba tres años cuidando a don Andrés y no sabía nada más de esa historia ni sobre el desaparecimiento del nieto. En la casa no había fotos y no se hablaba del tema. Ahora, cuando don Andrés le contó, recordó que la expresión de Alfonso no era de ausencia, era de tristeza y aceptación y pensó que era por su hijo.

- Ouvrez la bouche.

Le ordenó dulcemente, con la frase que el viejo le había enseñado y le dio la última cucharada de flan.

En la madrugada llamó a Chile a su hija y le contó una pequeña historia que se le ocurrió en el momento. Pero esta vez no consiguió que la niña se durmiera, era necesario que ella estuviera a su lado, y que le diera ese calorcito de estar juntas mientras le leía.

- Mamá ¿Me das permiso para salir a jugar? Di que sí. Todavía estoy de vacaciones.

Autorizó a su hija y ordenó que estuviera a las diez en la cama, envió besos y colgó. Sus manos estaban frías, era invierno en Francia y la calefacción no funcionaba bien en su pieza, después de darse vueltas y de tratar de abrigarse, al fin pudo dormir. Eran exactamente las cuatro de la mañana en París. En Santiago, eran las diez de la noche.

Don Andrés tenía antojo de un pan con chocolate que vendían, según dijo, en la esquina más próxima al departamento en que estaban.

- Mi nieto, igual que yo, era loco por esos pancitos con chocolate.

Salió. Notó que en esa esquina había solo una peluquería. Como pudo preguntó dónde conseguir pan con chocolate y le dijeron que si tomaba el metro y bajaba en Port de Garde, podría encontrarlos. Estaba sólo a una estación de distancia, así que fue.

No pudo subir al carro del metro, porque su puerta no se abrió. Cuando paró el siguiente tren, alguien pasó la mano por sobre Matilde, accionó una pequeña manilla y se abrió. Entró delante de su abridor de puertas, y cuando se apoyó y subió la mirada, sintió de nuevo esa inquietud, un poco de miedo y ese frío, como en Santiago. Él la miró como siempre desde la esquina opuesta del carro y además de sonreír, ahora se acercó.

-Toma

Le entregó una bolsa que tenía dentro seis panes con chocolate. Ella tomó el paquete de papel café y bajó la mirada de nuevo.

- Vine a París a dos cosas. Sólo te puedo contar una.

Ella no respondió. Jugaba con los pliegues de la bolsa de papel y miraba hacia abajo. Quería volver, pero no podía, quería que sonara un despertador o que alguien la zamarreara. Pero no pasó nada.

- La primera es leerte un cuento Matilde.

Ella esta vez sostuvo la mirada. Él tomó su mano y salieron del metro. Caminaron, subieron unas escalas y entraron a su departamento. Abrieron la puerta de una pieza. La desnudó y le puso una camiseta. Abrió la cama y la acostó dentro. La arropó y comenzó leerle un cuento sobre un zorro que se ponía feliz de encontrarse con un niño que era su amigo, incluso antes del encuentro. Se puso muy cerca para leerle. Su aliento y su cuerpo conjuraron ahora el frío de Matilde y ella cerró los ojos. Y sintió la tibieza. Imaginó la historia y escuchó la voz del desconocido que la había seguido hasta acá, sólo para leerle su primer cuento.

Cuando terminó de leer y ella fingía dormir, le dio un beso.

Se fue a la pieza contigua. Matilde espero unos minutos y se levantó. Cuando salió de la habitación vio que el desconocido estaba con don Andrés bien abrigado y en su silla de ruedas, ambos dispuestos a salir. Hablaban con mucha familiaridad sobre banalidades como el tráfico y lo rico que es el pan en Chile.

Ella retrocedió y se escondió. Ellos salieron y el desconocido cerró la puerta tras de sí.

No sabía qué hacer. Esperó un momento y abrió una ventana. Para ver.

La silla de ruedas estaba en la entrada del edificio y ellos caminaban ya a varios metros de ahí, del brazo, hacia el oriente. La vereda por la que caminaban parecía eterna.

A pesar de que estaba casi desnuda, no tenía frío.

Despertó. Se puso una bata. Fue a la habitación de don Andrés y vio que había muerto. Tal como él había dicho que quería hacerlo, en el sueño. Eran las cuatro y media de la mañana. Pensó en su hija y en si ya estaría durmiendo.

Los funerales serían en Santiago. Tuvo que aplazar en un par de días el vuelo de vuelta porque debió esperar que llegara la hija de don Andrés a hacer todos los trámites. Compró algunos libros de cuentos en francés. Nunca supo muy bien para qué.

En el metro de nuevo olvidó que debía mover la manilla para entrar y no pudo subirse al primero.

Cuando subió al segundo, también esta vez notó que la miraban desde que entró al carro. Eran dos hombres jóvenes que sonreían desde la esquina opuesta. Esta vez no bajó la vista. Los miró y sonrió también. Y pensó. Ésta vez también pensó y se sintió feliz, como el zorro, antes de encontrarse con el principito.

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viernes, enero 12, 2007

Plagio

-Vine por mi regalo

Yo no había podido ir a su cumpleaños y ni siquiera me había excusado. La verdad es que no quise ir, pero le tenía un libro de regalo y le había escrito una dedicatoria. Era la copia de unas frases de la última página de la novela. Se lo entregué.

-Feliz cumpleaños

No estaba envuelto en papel de regalo y no parecía nuevo. Debí haber pedido en la librería que me dieran otro, pero no sé por qué no lo hice.

Después que leyó la dedicatoria, siguió mirando la primera página por un rato. Luego me dijo que me quería, que siempre iba a quererme. Me abrazó y creo que lloró un poco.

Se quedó tres días con sus noches. Manejar tres horas enteras, hacia un lugar en que no había nada más que mi casa y volver después, por un camino en que no se veía nadie en kilómetros, era una buena razón para quedarse, aunque no sé si por tres horas, tres días o tres meses. Tal vez era un buen motivo para quedarse tres años. Pero se quedó tres días, tres días con sus noches.

Esa mañana, nada era diferente de cualquier otra. Cuando me di cuenta, ya se alejaba de mi casa. No se despidió ni dejó una nota. Salí por unos momentos y me quedé viendo cómo se iba, hasta que la forma de su auto no fue más que una manchita roja que desaparecía en la carretera.

Cuando entré de nuevo, sentí su olor y ví que había dejado el libro. Estaba abierto en la primera página.

Casi todos los personajes de las novelas de Houellebecq son tristes y despreciables. No sé por qué me gustan sus historias. No sé si me gustan en realidad. Por suerte, no me parezco a ninguno.

Tomé el libro y leí de nuevo mi plagio.

“Ahora comprendo la muerte; no creo que me haga mucho daño. He conocido el odio, el desprecio, la decrepitud y otras muchas cosas; incluso breves momentos de amor.”

Salí de nuevo y me senté en un peldaño de la escala, en la entrada. Miré cómo la carretera se hacía delgada hasta que desaparecía en el horizonte y tuve miedo de que fuera el último cumpleaños.

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domingo, octubre 29, 2006

FE

Hasta hace unos meses, Federico estaba empezando a vivir con Violeta y estaban haciendo unos planes muy domésticos y de largo plazo. Él había accedido a tener un horizonte doméstico, maduro. Había decidido, a instancias de ella, sentar cabeza. Hasta había cotizado el precio de un lavavajillas.

Ahora solo quería sacársela de la cabeza y olvidar la imagen del día en que abandonó su departamento para siempre.

Por suerte, no habían pasado dos semanas enteras, cuando apareció Flor. Ella estaba solo de vacaciones en Chile, estudiaba en Barcelona, una maestría en arte o algo así y desde que la vio pensó que ella sería la madre de sus futuros hijos.

Esa sentencia sobre la futura maternidad no fue un augurio muy certero antes. De hecho, casi siempre falló, salvo una vez. Pero eso fue lo que pensó. Lo más pronto que pudo (Flor se iría luego de vuelta a España) obtuvo sus coordenadas, y con algún cuento de manual, la llamó.

Todo fue rápido. Osea, no tanto, a las diez se juntaron a tomar desayuno y después fueron por ahí, a caminar.

Ella se pintaba flores en las uñas de los pies y de las manos. Eran unas flores chiquitas, hechas con un pincel chiquito, con el que se daban pequeños toques para formar los pétalos y el centro. Ese domingo usaba unos zapatos dorados de taco y tenía una pulsera en el tobillo; una polera que dejaba ver su cintura, también chiquita, y unos pantalones blancos que no se caían porque sus caderas los detenían. La Flor era una delicia, en el sentido más básico de la palabra. Linda, un poco loca, inteligente y un poco puta.

Su cara dejaba ver que ella ya no era una niña, sino una hembra con recovecos oscuros en el alma, malos amores y llantos de esos que lo rompen a uno.

Conversaron por horas, comieron, bebieron y se rieron, un poco más allá de la medida razonable.
La entretención solo se convirtió en esa cosa solemne que tiene el sexo entre humanos, cuando Federico tomó su cintura sin mucho preámbulo, después de haber almorzado, mientras hacían una cola interminable para comprar helados, y la besó entre los olores de la gente, de los helados y el sabor de su lengua, que era como leche, como leche tibia con azúcar y galletas, mezclados en la boca, como cuando niño, con la boca llenísima, con hambre y con gusto.

Ya no hablaron más y solo apuraron el paso al departamento en que ella se estaba quedando.

Él nunca supo muy bien cuándo estaba enamorado, pero en cuanto pudo dormir, la abrazó y se enredó con ella, como se hace con la mujer que será la madre de los futuros hijos.

En la mañana del lunes, el ruido de la ciudad hábil lo despertó: voló a su departamento y luego al trabajo.

No supo de ella ese día ni al siguiente, como no contestó el teléfono fijo de donde se estaba quedando, fue a buscarla y se encontró con la dueña que le dijo que Flor se había ido el día anterior a España, según los planes fijados con antelación.

Llamó a la amiga que los había presentado en el bar hace unos días y le preguntó por ella.

- Ya se fue, la fecha la tenía planeada desde hace semanas. Además no podía postergar su vuelo, porque su marido debía ir fuera de España por trabajo y Flor debía quedarse con su hijo. Si quieres, nos tomamos un cafecito y te explico. Mira, la Flor tiene motivos para hacer lo que hizo contigo.

Llegaron al café y Marisol empezó con el relato de los malditos motivos. Todo tenía que ver con una antigua historia de la universidad en que el marido de Flor y Federico fueron compañeros. Federico no dejó que terminara y le pidió que cambiaran de tema. Después de todo, nunca le preguntó a Flor si era casada, ni cuándo volvía a España.

El café era el mismo en que hace unos días había desayunado con ella. La radio sonaba.

Donde guardo, niña, tu manera de tocarme
Donde guardo mi fe


De repente Federico se paró y caminó hacia la caja, pagó la cuenta y volvió donde su amiga.

- Oye Marisol, el café está bueno acá, pero la música es muy mala ¿Me acompañas a ver un lavavajillas que estoy necesitando?

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jueves, septiembre 07, 2006

Senado rechaza ley para liberar a mapuche condenados por terrorismo

viernes, agosto 25, 2006

Arriendo de tierras mapuche

Acá va el vínculo con una columna mía aparecida hoy en el mostrador. http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=196201

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sábado, agosto 19, 2006

DÉJATE CAER

Hasta esa noche todo funcionaba tal como si hubiera un orden establecido. Era como una perfecta y precaria máquina de precisión. Perfecta porque nunca falló hasta esa noche y precaria porque, a fin de cuentas, falló, destrozando en un acto, esa armonía que (ahora lo saben) era sólo aparente.

Pablo salió como de costumbre a la universidad, pero la calle que desembocaba en Pedro de Valdivia era demasiado recta y esa mañana, la distancia que separaba el edificio en el que vivían con la avenida parecía demasiado larga. La mirada de la abuela estaba fija en él desde la ventana y Pablo la sentía. Apuró el paso hacia Pedro de Valdivia y tomó una micro.

No era posible hacer como si nada hubiera pasado. Tal vez en otras circunstancias y en otra familia, lo que pasó esa noche no significaría nada anormal, pero en esa casa y en esa familia fueron acontecimientos rotundos y Pablo no podía escapar de sus efectos. No podía dejar de pensar en ello en todo el viaje desde la salvadora esquina hasta la universidad.

Su vida no había sido dura, ni heroica, ni épica. Él sólo era un tipo de clase media que estudiaba leyes, no había mucho más que decir.

Pero esa mañana sintió un peso sobre él que desconocía, una culpa que lo oprimía contra el asiento de la micro. Era una pulsión que lo obligaba a optar entre hacer como si nada hubiera pasado o hacerle frente a las circunstancias. Pero no tenía alternativa: había, por decirlo así, abierto los ojos. Esa idea se le hacía insoportable.

Como no pudo seguir sentado, se paró y como no pudo seguir quieto, se bajó de la micro antes. El aire invernal de Santiago estaba excepcionalmente limpio debido a la lluvia que recién declinaba y Pablo también se sintió limpiado por esas gotitas. La sensación de que la solución que angustiosamente se busca ya no es necesaria y que el problema no es tal, que esa lluvia ha limpiado todo como por arte de magia, le permitió un efímero alivio basado en esa infantil mentira. Mentiras como esa, le habían servido para convencerse de que podía seguir durmiendo en las mañanas, mientras entre sueños, explicaba a la abuela que no habrían clases temprano. El peso desapareció por completo, la mirada de la abuela y la noche anterior.

Pero el instinto de escape indicó que ese estado en que de nuevo era el mismo Pablo de siempre, debía seguir así, y que si no hacía algo, el peso volvería. La mentirilla de la lluvia y de su poder para hacer desaparecer problemas, no aguantaría mucho tiempo. A fin de cuentas, ahora no se trataba de dormir un poco más y faltar a clases: era su vida lo que, por primera vez, estaba en sus manos. Llamó a Elisa.

Era instinto, no era una decisión racional planeada para mantener su escape, no tenía experiencia escapando de nada ni solucionando nada, mucho menos cuando las soluciones y los escapes posibles eran respecto de sí mismo. Era puro instinto lo que lo llevaba ahora hacia ella. En realidad siempre fue eso y Elisa era su sacerdotisa de la vida y también lo sería de la muerte. El instinto lo llevó a encontrar a esa mujer que había exorcizado antes su tristeza y su tedio, no de ese modo gravísimo que de inmediato se viene a la mente a la voz de exorcismo, sino instinto, el instinto de ella que la hacía quererlo, que lo desvestía varias veces a la semana y ante la cual él no podía ahuyentar el pudor de la primera vez.

Ella lo saludó como siempre, pero hoy en su mirada había algo que no era cotidiano. En realidad es posible que nunca haya tenido necesidad de una actitud más que cotidiana con Pablo, pero él no era el mismo de siempre esa mañana, ella sitió que era mucho más hombre hoy, pero que era mucho más vulnerable también. Lo abrazó y lo acarició como si fuera su niño.

Era habitual que, al encontrarse en el departamento de Elisa, sin siquiera preguntar cómo estaban, se besaran, se desvistieran a medias e hicieran el amor hasta el cansancio. Ella sabe que debe ser así para que Pablo no esté urdiendo una nerviosa estrategia para llevarla a la cama. Elisa no le ha dicho nunca que no la seduce esa actitud de galán barato, prefiere que sienta que hay algo en él que la obliga a tomarlo por asalto cada vez que entra a sus dominios. Así el premio mayor no será el coito, sino lo que viene después: hablar de las cosas menos importantes del mundo, como excusa para seguir juntos, mientras se miran, o más bien mientras Pablo mira a Elisa desnuda y ella a él mirándola. Eso sí le gusta: Pablo después del sexo, mirándola y tocándola, no como hace unos minutos, no para poseerla, sino para contemplarla con ese desapego que requiere la contemplación. Ella piensa que en esos momentos está la verdadera razón por la que se buscan: en este mundo que han hecho, no hay posesión, ni dependencia, ni objetivos. La verdad es que esa es sólo su razón; la de Pablo no puede saberla. Él vive más hacia la superficie de las cosas.

Pablo no pudo saber esa mañana si Elisa sabía lo que le pasaba, pero se dio cuenta de que lo trató de otro modo. Se sintió protegido y a salvo. Se refugió en su departamento todo el día. Pero debía volver a su casa. Debía volver en realidad a los dominios de la mirada de la abuela.

La mesa estaba menos prolijamente puesta hoy, tal vez porque no estaban, ni el abuelo ni Esteban. La ausencia de ellos se sentía desde la entrada: había un silencio al que Pablo no estaba acostumbrado. Era hora de noticias y el televisor no estaba encendido al volumen indicado para que el abuelo pudiera escuchar y para que los demás pudieran seguir escuchando cuando el abuelo empezara a opinar, como de costumbre. El plato de Pablo estaba en el lugar de siempre, pero la abuela comía sola en la zona de la mesa más lejana a la cocina, como si hoy, por primera vez no estuviera dispuesta a aceptar la ancestral injusticia de ser una mujer profesional que al volver de su trabajo, debe atender a los hombres de la casa.

Todo era demasiado pesado como para seguir viviendo sin enfrentarlo o sin escapar definitivamente.

De nuevo necesitó a Elisa y la llamó por teléfono, fue largo y reconfortante, pese a las regulares pasadas de la abuela frente a la puerta de su pieza, que dejaban entrar hasta él, por un momento cada vez, esos ojos que hoy estaban llenos de algo que Pablo no entendía pero que lo aterraba. Elisa resolvió todo en esa conversación. La verdad es que no dio consejos ni sermones, ella sólo escuchó y comentó. Estaba preparada para ese diálogo. Durante el día que habían pasado juntos supo que Pablo estaba al borde de algo, supo que tenía miedo y vio en sus ojos el abismo que tenía delante. La conversación de ahora sólo aclaró las cosas y llenó de sentido el abismo, no sólo para Elisa, sino para el mismo Pablo que ahora, por fin, después de una noche y un día que parecieron eternos, supo definitivamente lo que tenía que hacer.

Empezó a preparar la maleta de inmediato sin preocuparse de la mirada de la abuela que seguía pasando regularmente frente a su pieza, mirando por unos momentos lo que hacía. Ya no importaba más su mirada. De ahora en adelante, él sería el responsable de su vida y pagaría sólo los costos de sus errores.

En la mañana, se levantó más temprano que de costumbre y recordó la mañana en la que hizo lo mismo para escaparse de vacaciones con sus amigos sin enfrentar con los abuelos que tomaría vacaciones pese a los ramos que había reprobado en la universidad. En esa ocasión dejó un papelito contando dónde iba a estar y que no se preocuparan por él, que volvería pronto a estudiar para los exámenes de marzo. Ahora no dejaría ninguna explicación. Las explicaciones se las había dado él mismo y no se las aceptó. Hoy se levantó e hizo ruido, tomó desayuno con completa tranquilidad, se duchó largamente y se afeitó tarareando algo inentendible, pero que de seguro interrumpió el sueño de gata de la abuela.

Después del desayuno y de haberse lavado los dientes, se acercó a la cama de la abuela, dando por sentado que estaba despierta (pese a que ella cerraba los ojos) y la besó fuerte en la mejilla.
-adiós abuela
-adiós, respondió ella, con frialdad: él se iba y dejaba todo, por razones que la abuela nunca compartiría, estaba herida tal como un niño al que no complacieron con algo.

Pablo le acarició brevemente la cabeza y partió.

El tren ya estaba en el andén y Pablo corrió a comprar el pasaje. La sensación de estarse lanzando al abismo sin saber de modo preciso nada, era terrible y excitante. A esas alturas no podía hacer otra cosa sino dejarse caer. El frío de la mañana de junio hacía más patente todo: sus manos enrojecidas, su respiración como vapor desde la boca, el frío dentro cuando se abandona todo, el peso de su mochila, el peso de su decisión.

Tal vez la imagen más patente de esa mañana fría y rotunda, fueron las caras y las expresiones de la abuela y Elisa desde el andén. No se dio cuenta de que estaban allí sino hasta que el vagón empezó a moverse lentamente.

Elisa tenía una expresión que no había visto antes, estaba triste porque Pablo se iba. Tenía lágrimas en los ojos y con las manos cruzadas sólo dijo “chao”. No la había visto llorar antes y pensó que nunca la vería hacerlo. Ella que siempre fue capaz de explicar todo, ahora sólo lloraba sin más que esa sencilla despedida por palabra. La abuela estaba ahí, recia pero sin dureza. Estaba triste. Pablo sintió todo el poder de la vieja, ahora de su lado.

Se dio cuenta de su suerte cuando reparó en que no habría habido testigos de su único acto de amor, si no hubiera sido por esas dos mujeres que decidieron estar con él esa mañana.

Se puso los audífonos del walkman mientras el tren dejaba ya la estación. La música le recordó lo que había tarareado antes en el baño de la casa que dejaba: “déjate caer/déjate caer/la vida es imprecisa/déjate caer”.

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viernes, agosto 11, 2006

El desconocido think tank que aleccionó a los secundarios durante 2005

miércoles, agosto 09, 2006

Indígenas en Guatemala, entre el racismo y la exclusión

HE TRANSCRITO ACÁ UN ARTÍCULO APARECIDO HOY EN EL DIARIO PRENSA LIBRE DE GUATEMALA, A PROPÓSITO DE QUE HOY SE CELEBRA EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS. COMO VERÁN, LAS AFIRMACIONES DE MI RECIENTE COLUMNA, SE VEN REAFIRMADAS POR LA EXPERIENCIA.

Indígenas entre el racismo y la exclusión

Aunque reconocen avances, expertos aseguran que pueblos son discriminados

Por: Claudia Vásquez, Irving Escobar Calito

La mayoritaria población indígena de Guatemala se esfuerza por superar su rezago en distintas áreas socioeconómicas y por ocupar el espacio que le corresponde en la vida nacional.


Hoy, Día internacional de los pueblos indígenas, líderes, pensadores, académicos y sociólogos mayas reconocen los esfuerzos del Estado en la protección de los derechos de esta población, pero aseguran que continúa el rezago, la exclusión y la discriminación.
Andrés Cholotío García, guía espiritual y director del Consejo Nacional de Educación Maya, afirmó que existen limitaciones para lograr el desarrollo de los pueblos mayas y resaltó que la falta de educación ha sido el detonante de la pobreza extrema en la que viven muchas comunidades.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 70 por ciento de la población no tiene lo necesario para vivir dignamente, en especial en el área rural.
Cholotío reconoció que ha habido avances en materia de educación bilingüe y de participación de líderes comunitarios, pero afirmó que la brecha todavía es demasiado grande. “Por iniciativa propia han llevado los conocimientos de sus abuelos y su cosmovisión al aula y los hogares indígenas”, expresó.
Karin Slowing, coordinadora del Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), señaló que el principal desafío de los pueblos indígenas son la exclusión y la discriminación. “Existe una valoración distinta del indígena frente al no indígena, mientras que la diversidad se vincula con desigualdad”, aseguró.
El Sistema de Naciones Unidas en Guatemala hizo ayer un llamado al Estado para que asuma el liderazgo en la promoción y defensa de los derechos de los pueblos mayas, garífuna y xinca.
Algunos avances
María Magdalena Pérez, directora de planificación lingüística de la Academia de Lenguas Mayas (ALM), expresó que el reconocimiento de los 22 idiomas por el Estado es un avance, pero lamentó que el castellano siga siendo la única lengua oficial. “El desafío es que se oficialicen los idiomas mayoritarios: Quiché, kaqchiquel, Mam y Qeqchi’”.
La lingüista indicó que en algunos servicios comunitarios de salud, el uso del idioma materno ha sido fundamental para salvar vidas, y aplaudió el trabajo que como facilitadores han hecho los miembros de las comunidades.
La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) señala que el 48 por ciento de los indígenas mayores de 15 años son analfabetas -no hablan ni escriben el castellano- y el conocimiento de su idioma materno se da por tradición oral.
Proyectos cosméticos
Santiago Bastos, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), lamentó que el Estado haya ejecutado proyectos cosméticos que carecen de profundidad. “No es suficiente tener funcionarios en las dependencias con enfoque indígena, hay que abrir más espacios para su participación”, aclaró.
Alfredo Cojtí, diputado, de la Comisión de Asuntos Indígenas, también crítico el papel del Estado en la inclusión de profesionales mayas en cargos públicos.
Alrededor de 60 trabajan en el Gobierno, de los cuales sólo 13 están en puestos de toma de decisión. El presidente Óscar Berger se trazó la meta de contratar a 300 profesionales en el Estado, la cual todavía no ha cumplido.
Una encuesta publicada recientemente por Prensa Libre da cuenta de que la insatisfacción mayor hacia Berger se centra en la población masculina e indígena. En este último sector, el 76.1 por ciento dice no estar conforme con su gestión.
Pese a lo dicho, el vicepresidente Eduardo Stein afirmó días atrás que este año habrá avances significativos en el desarrollo de la agenda indígena. “Se están atendiendo solicitudes específicas que van desde la protección de los lugares mayas sagrados, la educación bilingüe intercultural y la inclusión de funcionarios y funcionarias indígenas en puestos públicos”, anunció.
Costo del racismo
Un estudio de la Universidad Rafael Landívar determinó que los indígenas son menos remunerados en comparación con los ladinos, aunque trabajen en iguales condiciones.
“Una persona indígena que tiene la misma escolaridad y trabajo que uno no indígena recibe 50 por ciento menos de sueldo”, aseguró Wilson Romero, autor de la publicación.
De acuerdo con el informe, esta situación representa una brecha anual de Q6 mil 339 millones, equivalente al 2.3 por ciento del Producto Interno Bruto.
El sociólogo Miguel Ugalde indicó que a pesar de las adversidades y la falta de oportunidades, los pueblos indígenas son de admirar, pues han mantenido su identidad cultural, incluso más allá de las fronteras, debido a la migración hacia lugares como Estados Unidos.
Estado: “Avances llegarán pronto”
El Gobierno reconoce los rezagos, pero afirma que se trabaja en la reivindicación de la identidad de los grupos étnicos.
Mario Ellington, de la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo, mencionó que el primer avance fue que el Estado reconociera la existencia de esa inequidad.
Agregó que trabajan en una política pública por la equidad y la convivencia de los pueblos, la cual busca sensibilizar a la población sobre la diversidad cultural del país.
Ellington precisó que dedicar este día a los pueblos indígenas también es un avance.
Norma Quixtán, secretaria de la Paz, llamó a cambiar las actitudes racistas y discriminatorias, para construir un país en donde exista tolerancia por la diversidad.
En su última visita a Guatemala, Rodolfo Stavenhagen, relator para los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas, señaló que las etnias no tienen participación en la toma de decisiones, aun cuando representan a más de la mitad de la población.
Multiculturalidad: La diversidad es una fortaleza
Mayas, ladinos, garífunas y xincas representan la riqueza multicultural del país, por lo que es necesario aprovechar cada una de sus fortalezas para generar desarrollo, opinaron expertos indígenas respecto de la diversidad cultural.
Édgar Choguaj, pedagogo y estudioso de la multiculturalidad, opinó que la diversidad étnica es una oportunidad de desarrollo y que es necesario establecer la identidad, respeto y unidad de los pueblos.
“Si yo, siendo maya, aporto mis conocimientos a otra cultura, estoy reconociendo que dos experiencias hacen más que una”, comentó Choguaj. En su opinión, la multiculturalidad debe verse como sinónimo de espiritualidad y unidad.
Aníbal Chajón, investigador del Centro de Estudios Folclóricos de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Cefol), estima que la multiculturalidad es la mayor riqueza del país.
Comentó, no obstante, que el gran reto de los pueblos indígenas es lograr su propio desarrollo.
Realidad en cifras
Los pueblos indígenas representan la mayoría de la población, pero muestran cierto rezago en relación con algunos indi cadores de desarrollo humano.
Población
4 millones 610 mil 440 habitantes son indígenas, es decir, 41 por ciento de la población.
74 por ciento son pobres.
24 por ciento viven en extrema pobreza.
174 mil 529 niños son maya-hablantes.
Educación
De cada 10 personas analfabetas, 6 son indígenas, en su mayoría mujeres.
De cada 10 estudiantes que ingresan en la escuela, sólo 3 terminan sexto grado.
53 por ciento de los indígenas, entre 15 y 64 años, saben leer y escribir.
23 por ciento de los niños indígenas no tienen ningún grado de escolaridad.
2.9% de indígenas ha asistido alguna vez a la universidad frente un 9.3% de los hombres no indígenas.
0.3% ha tenido acceso a la universidad frente a un 5.9% de mujeres no indígenas.
Bilingüe
22 por ciento es la cobertura bilingüe.
260 mil niños tienen acceso a clases en los principales idiomas.
7 mil 500 maestros son bilingües.
Salud
5 por ciento de la población indígena tiene acceso a la salud.
15 por ciento de mujeres indígenas dan a luz en hospitales.
3.9 por ciento de mujeres indígenas está afiliado al IGSS, en comparación con 18.4 por ciento de ladinas.
266 muertes maternas por cada 100 mil nacimientos se producen entre mujeres del área rural.
6.5 por ciento es la tasa de natalidad en las mujeres indígenas.
7 de cada 10 niños indígenas tienen una talla menor a la de su edad.
Fuentes: INE, Sesan, Segeplán, PNUD, PMA, MAGA, MSPAS, Mineduc.

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Argentina: Indígenas de Jujuy bloquean principales rutas hacia Chile y Bolivia

Un estado que reconoce los instrumentos internacionales sobre derechos indígenas. Un sistema institucional que no hace operativos esos derechos. La necesidad de ganar poder político, con los instrumentos con los que se cuente, para poder conquistarlo. El manual de estilo.

Lean el artículo en el mostrador, pinchando abajo.

http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=195003

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sábado, agosto 05, 2006

La demanda indígena: miedos, torpezas y oportunidades (II)

Haciendo clic en el siguiente link podrán ver una columna mía aparecida hoy en elmostrador.cl http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=194694

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sábado, julio 29, 2006

Educación pública

Acá va trascrita una interesante columna de opinión del nuevo rector de la Universidad de Chile, sobre educación, aparecida hoy en El Mercurio de Santiago de Chile.
Equilibrio entre educación pública y privada
Víctor L. Pérez Vera, Rector de la Universidad de Chile
Pese al aire enrarecido de los años de conflicto, nuestras tradiciones republicanas en educación han subsistido, aunque ciertos sectores quisieran verlas definitivamente marginadas.
Tras varias décadas en la penumbra, la educación pública vuelve a ser un tema relevante en nuestro país. Debemos felicitarnos por ello.
Los países desarrollados (también el nuestro durante gran parte de su historia republicana) han destinado y destinan pensamiento, debate y recursos a la educación pública entendida como un asunto de todos.
Es sabido que la educación oscila entre dos principios, el de la realización personal de los individuos, y el de los consensos culturales que una sociedad necesita a fin de vivir con la mayor armonía posible.
El primer principio se cumple cuando el sistema es lo suficientemente acogedor y estimulante como para que los jóvenes evolucionen de modo creativo hacia la consecución de sus proyectos individuales. El segundo, si la sociedad consigue incorporarlos al sistema común de normas, convirtiéndose ellos en adultos responsables.
Es clave en esta doble función de la educación el debido equilibrio entre la libertad y la ley, entre lo personal y lo colectivo, entre lo privado y lo público. La educación autoritaria fracasa a menudo al ahogar el libre desarrollo de las personas. La educación permisiva, al no habilitar a los jóvenes para desenvolverse en el mundo real.En la tarea de educar, la educación pública manifiesta, por cierto, características que algunos podrían considerar imitaciones o debilidades: no sirve para inculcar convicciones políticas, o religiosas, o filosóficas, ni códigos provenientes de una sola clase u origen.
En los patios de las escuelas públicas todo parece a veces un poco más abstracto, más parecido a una plaza que a una casa.
Sin embargo, en la educación pública hay, también, virtudes. La primera de ellas es el respeto por las diferencias: en sus establecimientos no debe haber discriminación, entendiendo por tal el rechazar a alguien por razones de raza, género, credo, opinión, condición física, económica o social.
Esta actitud respetuosa, con la cual los jóvenes sintonizan espontáneamente, los entrena en el foro ciudadano, donde conviven con sus semejantes más allá de las diferencias, y le permite encontrar a cada cual su camino.
Las sociedades pluralistas suelen disfrutar de más concordia que aquellas otras segmentadas. Adicionalmente, la educación pública genera escenarios, culturas y redes estables de colaboración.
Pese al aire enrarecido de los años de conflicto, durante los cuales algunos valores relevantes fueron olvidados o sucumbieron al fragor de la contienda de intereses, nuestras tradiciones republicanas en educación han subsistido, aunque ciertos sectores quisieran verlas definitivamente marginadas.
Hoy, el país echa de menos que estén en pleno vigor.Aunque ciertos entusiasmos probablemente pasajeros llevan a algunos a considerarse hoy públicos siendo privados, no es bueno confundir. Aceptando que la educación pública y la privada tienen deberes y derechos, es absurdo que vía esa confusión se pretenda que a los públicos se les haga asumir ambos aspectos de su condición, mientras que los privados quieran seguir teniendo las ventajas de su condición más las ventajas de la condición de públicos y no tener los deberes de ninguno.
Para los chilenos es tarea de hoy, con prioridad estratégica, pensar en la educación. Nuestra universidad, cuna de la educación pública nacional, quiere estar presente en este debate. Confiamos en que Chile va a recuperar el equilibrio que siempre hubo entre lo público y lo privado.
No hay ganancias en combatir la educación privada; pero hay pérdidas, y demasiado grandes, si sofocamos la educación pública. El país tiene hoy la oportunidad de volver a disfrutar de las virtudes del sistema público de escuelas, colegios y universidades. Para ello es preciso establecer un nuevo trato del Estado y la sociedad con instituciones que no sólo han prestado servicios educacionales determinantes para la formación de intelectuales y profesionales con sentido de ciudadanía y compromiso con los intereses del país, sino que se han constituido como redes culturales, como espacios dedicados al conocimiento, perseverando tanto en tiempos amables como hostiles.
Hay valores como la tradición, la dignidad, el pluralismo, la diversidad, la equidad, la libertad, el sentido de servicio, el amor por el saber, que no pueden licitarse administrativamente

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miércoles, julio 19, 2006

Extrañar a dos mujeres

Todo mal. Hay cosas que no es que no tengan perdón. Hay cosas desde las cales no hay vuelta atrás. Así que, por mucho desgarro, por muchas ganas de volver a su cuerpo, por muchas ganas de volver a la ternura de la mentira, al envolvimiento de su lengua, al precipicio de su cintura, ya no había vuelta atrás. Todo a menos, claro, que yo fuera un kamikaze o un mártir y, honestamente, ni Balmaceda, ni Allende están a mi altura. Ellos están muy lejos de mí, no solo cronológicamente, sino también en estatura moral. Ellos dieron su vida por sueños colectivos, y yo estaba sufriendo por una historia estrictamente individual. Esa perra siniestra me tenía partida el alma y yo, además, no me iba a inmolar.

Necesitaba cariño y besos, y necesitaba que me mostraran que no se acababa la vida. Mis amigos me lo daban. Hacían comentarios sarcásticos, palabras que le bajaran el tono al drama. Quien no los haya conocido, podría haber pensado que eran crueles. Pero las cosas son explicadas, siempre, por relatos. Y quien conozca el relato de mis amigos y mío, sabe que esos comentarios terribles no son más que demostraciones de, más allá de la cursilería (la estética siempre es primero), preocupación y cariño.

Pero ese cariño, que es una de mis buenas suertes en la vida, no era exactamente lo que necesitaba en ese momento. Quería salir de ese cuerpo que ahora sólo parecía maligno. Necesitaba sacarlo de la mente, necesitaba librarme de esa tortura y sacar las formas de esa mujer, al menos por unos momentos, para descansar de ella, de su mala cosa; de su mala leche.

Y fui en busca de ella. De mi amiga-amante, de ella que siempre estuvo, que nunca se fue, que siempre estaba, que oía y comentaba, como con desapego, todo lo que la vida me golpeaba y me regalaba. Pero ella además me daba su boca y se daba toda ella y yo lloraba y amaba. Y ella me sanaba.

Y llegué como quien llega a la casa materna; a la casa en que se conocen los recovecos y quise arroparme y quise cubrirme con ella. Llegué a pedir eso a lo que tengo derecho, su amor, ella toda. Y no estaba. Me explicó que eso que me acogía, que contenía mis arremetidas, que trasladaba su cintura y su boca hasta mí, para darme consuelo, era su corazón y que yo se lo había roto hace unos meses o años, no recuerdo; y que ya no estaba para mí, así, listo para contenerme entero. Que se había ido a otro lado. Que mi torpeza de niño lo había hecho pedazos, sin darme cuenta yo, como un simple adornito de la mesa de centro de los abuelos. Se había escapado de mí. Porque ese corazón, tampoco era un mártir.

Me tomé un taxi y me fui al Liguria, en busca del sarcasmo-chiste-crueldad-cariño de mis amigos. Y empecé a extrañar a dos mujeres.

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viernes, julio 14, 2006

Cortar y pegar

"Antiguamente las arañas eran apreciadas como símbolos. En Grecia constituían un ejemplo por su laboriosidad y habilidad en el arte de tejer telas; se consideraba que tenían poderes sobrehumanos y bien hechores. En la mitología de la India la araña y su tela fueron consideradas como símbolo del centro del universo." (obtenido de http://www.paginaschile.cl/reportaje7.htm)

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lunes, julio 10, 2006

Siete razones para diez puntos


Este es el texto de la columna de este domingo de Carlos Peña en El Mercurio de Santiago de Chile. Resulta una muy buena explicación de lo compleja que es la aplicación del "gobierno ciudadano", entre otras cosas.


"¿Qué pudo pasar para que el gobierno de Bachelet disminuyera en diez puntos el apoyo que, hasta hace poco, exhibía en las encuestas?Aquí van dos o tres explicaciones.

La primera es que no ha gobernado del todo o, para ser justo, a veces da la impresión de que no lo ha hecho. La función principal de los gobiernos -no se necesita ser lector de Hobbes para saberlo- es producir orden. Un buen gobierno disminuye la contingencia, crea certidumbres, establece la línea invisible que divide lo lícito de lo ilícito. En una palabra, y hasta donde eso es posible en esta vida, un buen gobierno disipa las sombras del futuro.

Pero nada de eso ha hecho Michelle Bachelet. Por el contrario, a veces parece empeñarse en incrementar la incertidumbre. En formular más preguntas que respuestas. Es como si para ella todo fuera posible. Como si el futuro fuera un sueño sin orillas. Nada de eso le hace bien a la gente.

La segunda es que ha halagado más de la cuenta a la ciudadanía. Y se ha puesto detrás de ella en vez de hacer también el esfuerzo de ponerse por delante y guiarla. Ha olvidado, o parece haber olvidado, o algún consejero le ha hecho olvidar, que la ciudadanía es una abstracción tras la que se esconden personas muy disímiles, provistas de intereses distintos: grupos de presión, intereses de clase, pequeñas masas prejuiciosas. La ciudadanía, en suma, no existe. Michelle Bachelet debió haber leído alguna vez, en sus tiempos de militante, "La cuestión judía", donde Marx recuerda el peligro de esas abstracciones. Pero si no leyó a Marx o ya lo olvidó, debiera pedirles a algunos de sus ministros (hay varios que han sido formados en la más sofisticada economía neoclásica) que le expliquen las fallas del proceso político, y entenderá por qué acariciar con tanta desaprensión a la ciudadanía puede estropear el sistema político. Cuando se estimula sin más a la ciudadanía, ganan los que tienen menos costos de coalición, las minorías consistentes y los que vociferan más. No los que tienen mejores razones.

La tercera es que Michelle Bachelet ha confiado demasiado en su encanto y se dejó seducir muy rápido con la idea de que el suyo sería un gobierno con un liderazgo femenino. Pamplinas, permítame decirle. El encanto sirve -vaya que sirve- para competir y obtener el poder; pero una vez que el poder se alcanzó, ella será juzgada por los códigos finales de la política. Como dijo alguna vez Mitterrand a Wiesel: "Soy un político, y usted debe juzgarme por los resultados". Así será al cabo de cuatro años en el caso de Michelle Bachelet. La ciudadanía la juzgará por los resultados. Todo el resto -liderazgo acogedor y posmoderno y ese tipo de cosas leídas y dichas al pasar- es pura elaboración secundaria de las pulsiones básicas de la política que son desde siempre el poder y el bienestar.

La cuarta es que su gabinete se ha mostrado más bien débil. Permítame dar un par de ejemplos. El ministro del Interior es una persona digna y esforzada, no cabe ninguna duda. Pero ya viene de vuelta. No tiene ningún incentivo para andar insomne de lunes a viernes, para anticipar los conflictos, ponerse nervioso, enterarse de qué va la seguridad ciudadana y apurar las cosas. Ya ni siquiera debe leer con demasiada atención los informes de los técnicos, y en vez de eso prefiere usar metáforas dudosas como la de "sensación térmica" para aludir a la sensación de inseguridad. El ministro del Interior -un gran político, no cabe duda- no está para este oficio. La vida le ha enseñado un cierto escepticismo que es intelectualmente elegante, pero que para la administración del estado sirve de poco.

El ministro de Educación, por su parte, no parece ser Gómez Millas; pero ha tenido la mala suerte de bregar con un movimiento estudiantil que embobó y narcotizó el espíritu crítico a medio Chile, que de pronto vio en el movimiento de esos niños y adolescentes casi una experiencia milenarista. Ni que hubieran leído a Lacunza.

La quinta es que como suele ocurrir cuando uno se cambia de casa, el cambio de gobierno mostró algunos restos de basura que el anterior inquilino había escondido bajo la alfombra. Dos o tres obras que se inauguraron estando a medio hacer, concesiones de dos o tres cárceles atrasadas, y cosas así. Desgraciadamente en estos casos no cabe más que apretar los dientes y hacerse los lesos. Después de todo, el anterior inquilino era de la coalición.

La sexta es que alguien ha convencido a Michelle Bachelet de que los ritos son inútiles y la distancia crea desconfianza. Pamplinas de nuevo. Los ritos domestican las emociones y los afectos y crean una estructura que hace plausibles los viejos motivos de la acción colectiva: la idea de que existen tareas en común que nos fueron legadas y que nosotros legaremos a nuestros hijos. Por eso todas las sociedades tienen ritos. Porque todas las sociedades tienen miedos -la decrepitud, el sinsentido de la vida en común, la falta de cohesión-, todas son un poco neuróticas y necesitan dos o tres repeticiones cada cierto tiempo. Bachelet, en cambio, tiene la pulsión por la simpatía personal, por salirse del libreto y sorprender cada cierto tiempo con dos o tres chistes. Se ve bien comunicacionalmente; pero a nadie le gusta un Presidente encima de cuya cabeza no se sospeche siquiera el aura del poder.

La séptima es que ningún gobierno debe decir cosas que no pasen el test de la risa. Si usted dice algo y no puede evitar reírse al decirlo, no lo diga. Nadie le va a creer. El ministro Lagos Weber olvidó el test. Dijo que "el gobierno no se guía por encuestas". Cuando lo dijo, achinó los ojos, y cuando quedó solo, se rió tan desaforadamente como aparecía en la portada de una revista. Una foto que se sacó, claro, porque las encuestas no le importan nada."

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lunes, julio 03, 2006

Me rompió el corazón (los tres)

"Me rompió el corazón
Nunca supe muy bien
Si las postales que escribí
Me hundieron muy lento
Muy lento
No sé si tuve razón
En lo que me cegó
Estando lejos del final
Se torna más lento
Más lento
El infierno me dió
Razones que no
Me sirven para recordar
Palabras que incendian
Que incendian
Mi último adiós
No espera perdón
Sólo dos lágrimas de amor
Que veo en tu alma
En tu alma"

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miércoles, mayo 24, 2006

LA DEMANDA INDÍGENA EN CHILE: MIEDOS, TORPEZAS Y OPORTUNIDADES

En La Segunda del 22 de mayo se exhiben, en una página completa, las conclusiones académicas a que habrían llegado ciertos estudios militares sobre el peligro que, para la seguridad nacional, representa la demanda y la eventual articulación social del pueblo mapuche.

Hace un tiempo El Mercurio “pone en evidencia” a José Aylwin, pues estaría fomentando la demanda violenta de los indígenas en la Araucanía y, por lo que se deja implícito en el artículo, estaría promoviendo, al menos, algunas de las manifestaciones de apoyo a las demandas que por estos días realizan los tres dirigentes mapuche y una activista encarcelados.

Dos parecen ser los mensajes implícitos de nuestros honorables diarios: uno, la demanda social indígena en Chile es peligrosa y dos, es una demanda “orquestada”, “inflada” y “dirigida”, con algunos propósitos más o menos imprecisos, pero en ningún caso muy loables.

¿Es realmente peligrosa para la seguridad nacional la protesta social y las demandas del pueblo mapuche? Los perspicaces tesistas a los que se refiere el vespertino se responden entre sí. Unos por un lado señalan que parte del peligro de la demanda radica en la pretensión de “autonomía territorial y (una) forma de vida propia de los pueblos indígenas, con un claro sentimiento nacionalista” y un sentimiento “etnonacionalista” y los otros, según La Segunda, señalan que el grupo más radicalizado, “carece de planteamientos políticos”. Al referirse a la Identidad Territorial Lafkenche, el texto explica que nuestros estudiosos, además de reconocer las facciones que hay dentro de ella, señalan que “mantiene las demandas históricas”. Al considerar al Consejo de Todas las Tierras se limitan a expresar su demanda “por su autonomía y territorialidad”. No hay referencias a las estructuras que eventualmente tendrían, ni el grado de operatividad con que estos “peligrosos” grupos pretenden hacer efectivos sus discursos.

Así, con los datos entregados por los propios prolijos académicos citados por nuestro diario, no resiste análisis, ni el encabezado de la nota, ni las conclusiones. Si a eso agregamos un somero análisis de los conceptos de autonomía y territorialidad en el contexto de sociedades democráticas, el verdadero alcance de esos términos en los instrumentos internacionales que se refieren a ellos o, por ejemplo, el magro resultado electoral del Consejo de Todas las Tierras en las últimas elecciones municipales, la intensa participación, usando los canales legales, de importantes sectores y líderes de la Identidad Territorial Lafkenche, para resolver asuntos que les incumben, y la ausencia de estructuras operativas, organizadas para causar “terror” en el seno del mundo social mapuche; no creo que nuestros tesistas logren convencer razonablemente ni a mi abuelita paterna, que junto con ser muy conservadora y alarmista, es bastante inteligente.

Ahora ¿es infundada y realmente orquestada la demanda social indígena o solo la orquestación de unos huinca revoltosos? Dicho de otro modo ¿hay buenos motivos para la demanda social de los pueblos originarios de Chile? Los eventuales hechos violentos y la propia existencia de protesta social evidencia cuestiones de gobernabilidad y la falta de gobernabilidad no es sino, una demanda pública que no es adecuadamente satisfecha por los agentes públicos o gobierno, lo que dificulta que éste haga lo que le es propio, es decir, gobernar.

Si usted se detiene en las cifras sobre capital humano y social, sobre pobreza material y sobre acceso a los bienes públicos, verá claramente un aspecto básico de este problema de gobernabilidad. Los indígenas en Chile, son más pobres que los que no lo son. El aumento de la brecha entre los más pobres y los más ricos, más allá de los índices absolutos, aumenta la sensación de discriminación. Como verá, los pueblos indígenas de Chile tienen, solo por lo dicho, razones de sobra para demandar un trato más justo de la sociedad de la que son parte.

Por supuesto que la demanda indígena es mucho más compleja y va mucho más allá de la superación de la pobreza, pero sospecho que esa complejidad no pone en peligro a Chile; más bien creo que su planteamiento enriquecerá a la nación chilena (si usted lee las actas de la constitución política vigente, verá que la nación también está formada por nuestros antepasados y si usted echa una mirada rápida a los rostros de las personas que deambulan por Ahumada con Huérfanos, verá que muchos de ellos eran indígenas)

De cualquier manera, la compleja y diferenciada demanda social indígena, solo la podemos sospechar, pues está pendiente algo básico: preguntar a los indígenas qué quieren. Para hacer esa pregunta, es necesario que se constituya un actor social y que tenga la autonomía necesaria (que no se asusten nuestros tesistas, que estamos hablando de autonomía dentro de la ley) para plantear esa demanda.

Espero que una vez que se resuelva la torpeza o mala fe de haber aplicado una ley antidemocrática y contraria a nuestro propio sistema jurídico, como es la antiterrorista (véase el artículo 5° de la constitución chilena), se aborden estas cuestiones básicas y que los pueblos tengan el nehuén necesario para plantear sus demandas a nivel nacional y que ante la complejidad e importancia de nuestro problema y de las soluciones demandadas, contemos con los mejores policy makers del país, que hoy están ocupados de otros asuntos y están ausentes de las agencias públicas competentes en materia indígena.

Confío en que cuando se hagan las preguntas y se den las respuestas, cuando se hayan realizado las conversaciones pendientes, y cuando se hayan tomado las acciones como consecuencia de esas conversaciones, Chile no se verá amenazado, sino que será un mejor lugar donde vivir.

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